miércoles, 21 de octubre de 2015
Un Amor es un Amor
Uso un poster de una película de Godard para hablar acerca de François Truffaut. A los 14 años tuve dos hechos importantes en mi vida: mi primer beso y cuando vi Los 400 Golpes. Del primero me acuerdo poco, del segundo todo. Uno cuando inicia sus primeros años en el secundario trata de encajar, cuando uno encaja se da cuenta de que la vida no es eso que aparece en un pizarrón, que el concepto de que te enseñen acerca del mundo en un lugar donde estás encerrado en un aula no es lógico. Yo me di cuenta y me rateaba los miércoles, principalmente porque teníamos dos horas de Matemática y dos horas de Física, los demás días eran aceptables porque se alternaban materias sociales que me interesaban. Pero los miércoles eran los días en que llegaba a la puerta del colegio pero seguía de largo y tenía cuatro horas neutro, no podía llegar al colegio porque me amonestaban por llegar tarde, no podía ir a casa porque mis padres se darían cuenta de que había faltado. Es ahí cuando empecé a caminar o a caracterizar lugares preferidos durante mi trayecto, lugares que obviamente a las 8:00am estaban cerrados pero aún así tenía que transitarlos como un ritual. Un bar al que nunca entré, una comiquería, dos librerías y un café al que paraba a desayunar las veces que tenía plata. No tenía hambre porque antes de ir al colegio había desayunado, pero me encantaba el ambiente matutino del café, la radio, los ancianos leyendo el diario y debatiendo. En tiempos de edificios y de máquinas que programan hombres, ver ese fragmento de un pasado intacto es magnífico.
Luego de ahí desembocaba en la costa y caminaba tratando de buscar una mirada amable para conversar, algunas veces si pero la mayoría no, la gente corre o anda en bicicleta, y la gente que pesca prefiere el silencio para no espantar a los peces. Una vez me dijeron que acá en Mar del Plata se construyó un manicomio cerca del mar pero que al poco tiempo lo transladaron a otro lado porque el sonido de las olas rompiendo enloquecía más a los pacientes. No sé si el sonido del mar enloquece pero si verlo, debe ser que el sonido de las olas son como el canto de las sirenas que te invita a tirarte sabiendo que te vas ahogar, sabiendo que te vas a morir, pero si lo pensas del dicho al hecho hay un pequeño trecho. Por eso no me acercaba mucho porque sabía que un día me atrevería a saltar y ver antes de morir toda una semana de noticieros hablando de eso, dandole trabajo a nuevos panelistas.
Un miércoles en especial en vez de ir por la costa lado norte, preferí ir por la costa lado sur hacia el teatro Auditorium, el más importante de la ciudad. Fui porque me acuerdo que cuando era chico mis tíos me llevaban a ver muestras o exposiciones y pensé que ya estaba abierto. No había muestra alguna pero se me acercó una mujer que laburaba en el lugar y me dijo "Estás para la función?", yo impresionado por la pregunta pregunté con un tibio "Si" sin saber a dónde iba. Nos dirigmos una sala oscura en la que habían pocas personas y alguien arreglando un proyector. Me senté, revisé mi celular como excusa para no mirar a los ojos de la mujer, se fue y empezaba una película. Blanco y negro, un traveling de París con una música que ya me tentaba. François Truffaut "Los 400 Golpes".
Un logro de Truffaut y que se lo dedico a todo director apasionado es que no importe qué historia o qué conficto, te hacen idfentificar con el personaje. Mis padres no se pelean como los Antoine, yo no soy revoltoso como Antoine. Pero a él si le iba mal en el colegio como a mí, y la escena mítica final yo la había reproducido una hora antes. Me envolvió, me comprometió y lloré. Pero no lloré por tristeza, fue un acto así como también me hubiera reído, una emoción que no podía manejar ante ver algo que no entendía y aún así hacerme sentir eso.
Ese mes lloré mucho los miércoles, porque ese miércoles en que conocí el cine era el inicio de un ciclo de la Nouvelle Vague.
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